sábado, 1 de marzo de 2014

Apuntes sobre mis libros I. Construyéndome en ti



 
En unos días hará un año que gané el “Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández”. Hasta la fecha he publicado cuatro libros de poemas, un número suficiente como para reflexionar un poco sobre ellos. Más ahora, que el quinto está en camino. No quiero, sin embargo, realizar un estudio pormenorizado de ellos. Sólo pretendo recoger algunas notas, leves apuntes. Dicen que el peor crítico de un libro es su autor, pero a mí me parece que cuando dicho autor tiene una conciencia muy clara de su obra, de sus deudas, de su estética y de sus objetivos, está plenamente capacitado para arrojar una pequeña luz sobre sus criaturas. Basta con leer el epistolario y las conferencias de Federico García Lorca o las lúcidas reflexiones de Luis Cernuda y Vicente Aleixandre a propósito de sus libros para testimoniarlo. Si retrocedemos a los Siglos de Oro encontraremos también valiosos análisis metaliterarios de poetas como Juan del Encina, Juan Boscán (quién no recuerda su famosa carta-prólogo dirigida a la Duquesa de Soma donde explica su renovación lírica de raigambre italianizante con objeto de regenerar el desgaste que sufrían los géneros líricos castellanos), el Brocense, Juan de la Cruz, Luis de Góngora, Lope de Vega, Juan de Jáuregui o Francisco de Córdoba.

En alguna entrevista he hablado, por encima, del diálogo de mis libros con la tradición poética española, y ha habido autores (Ángel Luján, Elena Medel) que han resaltado esa digestión de la lírica previa. Cada poemario, pues, se mide con un movimiento artístico –no siempre peninsular– o mezcla en un mismo caudal tributos procedentes de distintos veneros.

Construyéndome en ti (1997). La obra gira entorno al erotismo. Otros temas secundarios son: la toma de conciencia de la propia sexualidad, el paso de la infancia a la juventud y el desafío a las convenciones sociales. La estética surrealista o simbólica sirven como cauce de expresión de motivos renacentistas (locus amoenus, amor sensual, placer, hedonismo) y medievales (desdén de la amada). Junto al verso libre y la prosa poética encontramos sonetos endecasílabos y alejandrinos. Dividido en tres partes, todas comparten un mismo título (“Agente del deseo”, tomado de Miguel Hernández), a imitación de la estructura de Sobre los ángeles (Rafael Alberti); símbolo de la importancia del asunto erótico. No obstante, hay un desarrollo argumental: búsqueda interior, insatisfacción amorosa y consecución del deseo. La voz que enuncia se construye y se afirma en su sexualidad.





                  Banzay
               (Fragmento)

He liberado al fuego que me forma,
a la luz de un corazón en celo,
con el deliberado propósito de que alguien me abrace.
Me he adueñado de mí.
                                     Y te busco.





                    Un cuerpo

                                                      “¿A dónde huir, entonces?”
                                                                       Ángel González


Tumbada entre las flores, las amapolas muerden
los restos de ternura que me quedan.




                 Habibi

Se me cuaja la sangre cuando veo
la rosa de tus labios encrespada;
y es mi sangre un helado de granada,
y es tu rosa mi más firme deseo.

Me derrites con ese bamboleo
de leche con espuma desbordada;
y por beberla avanzo entusiasmada
como el polen directa a su apogeo.

Pero la timidez irreductible
que por costumbre sale de tu boca
el corazón me deja disgustado.

Y al no poder librarme de esa roca
una punta de acero, inamovible,
se clava como un pez en mi costado.

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