jueves, 2 de enero de 2014

Nochevieja en Apátrida



Cada libro de poemas tiene un texto que dota de tono y alma al conjunto de piezas. En el caso de mi tercera obra, Apátrida (Hiperión. 2005), ese poema lo escribí durante mi estancia en la Residencia de Estudiantes gracias a una beca de creación artística. Tardé cinco semanas en crearlo. Durante el tiempo aquel repartía mi vida entre las clases de doctorado (a cargo de maestros como Carlos Bousoño o Antonio Prieto –interminables mañanas de café con pastas en el despacho del novelista, en la sede de Planeta, conversando sobre elegía latina y petrarquismo) y la composición del libro de poemas. Por aquellos años inauguré mi amistad con Vanesa Pérez-Sauquillo (en la Real Academia de la Lengua, donde Bousoño impartía su curso sobre la Generación del 27) y confeccioné con Álvaro Tato una lista de jóvenes poetas a los que habríamos de reunir en un encuentro lírico, y del que se hizo eco el prestigioso programa de radio La Estación Azul ese verano de 2002.




El pulso de Apátrida, por tanto, comenzó a latir con los versos “Hace bastante tiempo que me siguen…”. Ese poema representa el corazón del libro. Lo acabé a las 2:00 am del 25 de noviembre de 2001, en mi habitación de la Residencia de Estudiantes (427, Gemelo I; que luego heredaría la escritora Mercedes Cebrián), dos meses después de la caída de las Torres Gemelas No hay nada como disponer de tiempo para que la creatividad estalle como un géiser. Aunque lo cierto es que, cuando se tiene algo que decir, el impulso creador te arrebata y se abre camino en cualquier parte: un autobús, el metro o un paseo nocturno. La literatura nace del conflicto. Y con ella tratamos de dar una respuesta personal a la angustia. Por eso, pese al cierre de cines, librerías o salas de teatro, pese a la falta de becas artísticas, pese a la desaparición de editoriales, y pese a todo intento gubernamental de eliminar espacios de encuentro entre los creadores y su público, el arte seguirá existiendo e irá encontrando medios para su difusión. 

Aquí tienen el buque-insignia de Apátrida. No esperen un cobijo en la tormenta, les dejo a la intemperie:



Hace bastante tiempo que me siguen
las sombras alargadas de dos niños
huyendo por la noche de su casa.
                        ...
                                   
Jugaban con los cliks a la conquista
de un nuevo territorio en el salón,
sus cañones lanzaban bolas negras
que la madre barría
detrás de cada mueble. Sin embargo,
jugaban sin la prisa de costumbre
por acostarse pronto; aunque el colegio,
astro oscuro apostado en la ventana,
mirase preocupado
la batalla sin fin sobre el parqué.
 
Sonó entonces el timbre de la puerta.
                                   
Llegaron, para asombro de los niños,
algunos familiares de muy lejos
cargados de mochilas que llenaban
con la ropa doblada en los armarios.
Dijeron que venían en su busca
a llevarlos consigo a un nuevo hogar.

Dejaron el ejército a su suerte.

Enterraron la infancia en aquel piso.                                    

No habría más meriendas en verano
bajo un sauce llorón de la piscina.
Tampoco atentarían contra el sueño
profundo de los padres las mañanas
de los días festivos, en que entraban
silenciosos al cuarto, a despertarles.
                                   
Ninguno de los niños conquistó
con sus soldados fieles al Imperio
de los Austrias el territorio virgen 
del suelo de terrazo, ni las cumbres
azules del sofá
de su nuevo salón; pues se dejaron
las tropas en la casa abriendo fuego
contra el avance, al este, de los turcos.           
                       
Entraban, abrazados, en la lluvia
dispuestos a partir en la gran noche
cuando se dieron cuenta del olvido.
                                   
Fue demasiado tarde.

Aquella última noche de diciembre
los niños descubrieron que su mundo
al mismo tiempo era y no existía
más allá de la luz de la memoria.
           
Es por eso que hoy dudo de que tengan
un rango superior al espejismo
                                   
las cosas
que van siendo
desde entonces.

7 comentarios:

  1. Estupendo poema sobre la salida de la infancia. Si nos da su permiso, lo incluiremos en nuestra selección. Aparte de esto, nos entristece que en ocasión anterior y por partida doble eliminase un comentario nuestro. Es triste, ¿no le parece?, máxime cuando tampoco dio explicaciones al respecto. En fin, le deseamos lo mejor para el 2014.

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  2. Claro que les di explicaciones, y se las vuelvo a dar: no admito comentarios impertinentes o cargantes en mi buque. Es mi barco, son mis normas. Y a quien se las salte le espera el agua. Feliz 2014. Y gracias por la apreciación del poema.

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  3. Aquí otro residente y escritor :)
    Entiendo perfectamente tu concepto de pulso creativo. En mi proyecto también eran protagonistas los niños...
    Encantado de olerte,

    Jose

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  4. Un beso Ari. Es es uno de mis poemas tuyos favoritos. Recuerdo tu etapa de la Residencia y de multitud de actos compartidos durante tu estancia. ¡Jo, ya han pasado 8 años! Un beso amiga y Feliz Año!
    Javier Díaz

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  5. Mil gracias, Javier. ¡Feliz año! En realidad, ha pasado más tiempo...entré en la Resi el 1 de septiembre del 2001 y me marché el 31 de agosto de 2002. Doce añazos nos contemplan. E incluso nos conocemos desde mucho antes. Pero mi cariño sigue intacto ;) ¡Besos y abrazos para ti y para Piluca!

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